Cada zona de la Argentina tiene su estilo de folklore, pero todas recrean esa música que se remite a las raíces de nuestra historia, al hombre de campo, al gaucho, a nuestros orígenes.

El folklore cuyano, de San Juan, Mendoza, San Luis y parte de La Rioja, el correntino o guaraní, que se baila en Corrientes, norte de Entre Ríos, litoral del Chaco, Formosa y Misiones, el pampeano, que abarca Buenos Aires, La Pampa, sur de Córdoba y Santa Fe, el norteño, que se vive en Santiago del Estero, norte de Córdoba y Santa Fe y gran parte de Tucumán, y el andino que es el folklore de Salta, Jujuy, La Rioja, norte de Tucumán y Catamarca. Cada región tiene un folklore con impronta propia, que, generación tras generación, se comparte, se vivencia y se transmite siempre conservando su esencia.

La Unesco declaró el 22 de agosto como el Día Mundial del Folklore, debido a que en esta fecha fue la primera vez que se utilizó esta palabra. Corría 1846 y el arqueólogo inglés William John Thoms la incluyó en una nota en la revista londinense “Athenaeum”.

La fecha se celebra también especialmente en Argentina, coincidiendo con el nacimiento de Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917), declarado como el “padre de la ciencia folklórica”, estudioso entrerriano que fue pionero en realizar investigaciones acerca del folklore nacional.

En 1960 se llevó a cabo el 1° Congreso Internacional de Folklore en Buenos Aires, al que asistieron referentes de 30 países y declararon el día 22 de agosto como el Día del Folklore.

Pero lo más distintivo de esta palabra y su significado es tener claro su etimología, ya que folk quiere decir pueblo, raza, gente y lore es saber o ciencia. Es decir que es un saber popular, abarca leyendas, tradiciones, música, melodía, danza, canto y costumbres, honrando la cultura del suelo en el que se expresa.

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