En una jornada a pura emoción, familiares de ex combatientes de Malvinas, viajaron a las Islas a rendirles homenaje.
Fueron 90 los identificados, de entre los caídos durante la guerra sepultados en Malvinas, cuando, a fines del año pasado, el Comité Internacional de la Cruz Roja, CIRC, entregaba en Ginebra a los gobiernos de Argentina y el Reino Unido, los resultados del trabajo forense realizado.
De esta manera, 90 tumbas del Cementerio de Darwin, cuyas lápidas tenían la inscripción “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, cuentan por fin con el nombre correspondiente al héroe argentino que dio su vida por la patria.
En el viaje ahora realizado, sus familiares pudieron reconocer en qué tumba yacen, rindiendo un sentido homenaje a cada uno de ellos. Ante todo, comenzando a cerrar una herida muy dolorosa y eterna en sus corazones.
Cada uno de los presentes pudo compartir sus sentimientos, sentir que finalmente encontraba un lugar en el que sabía que descansa ese hijo, ese hermano, ese padre, ese ser querido que murió luchando.
Así, padres que buscaron incansablemente alguna señal, hermanos que acompañaron a sus padres en una agonía sin fin, pueden encontrar algún alivio. La visita al Cementerio fue muy emocionante, en los rostros se trasmitía tristeza, pero también mucha paz, conteniéndose entre todos para estar enteros.
Aún hay soldados sin identificar y familias que esperan vivir este momento, para visitar una tumba con nombre y hacer un homenaje a sus seres queridos. Siguen esperando alguna novedad luego de tantos años, sin perder las esperanzas de identificarlos.
Pero otra historia de humanidad y solidaridad es la que antecede a este homenaje; sus protagonistas son Julio Aro, ex combatiente argentino y Geoffrey Cardozo, militar inglés, quienes se conocieron en un encuentro de ex combatientes en Londres, ocasión en la que éste último expresó que podía colaborar con la identificación de los soldados argentinos caídos en Malvinas.
Cardozo no combatió en las islas, arribó al final de la misma con el objetivo de contener a los soldados británicos, pero la misión que le asignaron fue otra: Sepultar a los argentinos caídos en combate. Él cuenta que cree fervientemente en los tratados de Ginebra, por los cuales impera el respeto a la hora de tratar a las personas que han participado de un conflicto armado, por lo cual relata “los sepulté como si fueran mis hijos”.
Luego de su conversación fortuita, Aro y Cardozo trabajaron en conjunto para lograr que sus gobiernos encomendaran a la Cruz Roja Internacional, la misión ahora casi concluida. En Argentina, Julio Aro, recorría todo el país, en busca de los familiares, para conversar y contenerlos en busca de que aceptaran la extracción de ADN.
Ambos viajaron a Malvinas, con los familiares de los soldados identificados.
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